Ken Wilber, psicólogo americano, dice que los seres humanos “atravesamos” varios niveles de conciencia. El primero, básico, se denomina sobrevivencia. Allí no existe nada ni nadie mas que las necesidades propias y por ello ni siquiera hay conciencia de hacerle daño a otro. El otro ¡no existe! Solo existe mi necesidad. El segundo nivel habla de tribu, barra, clan. Se forma parte de un grupo que te da importancia, identidad, vida y esencia. Soy parte de algo. (Describo solo dos niveles, hay mas pero acá me detengo). Creo que gran parte de los humanos estamos “inscritos” aquí, en la secta, en la tribu, en aquella familia “ideológica” o social que da identidad, que te hace sentir parte de algo porque la individualidad asusta. Formar parte de algo, estar incluido, que alguien opine igual, verte reflejado en otros idénticos, aporta seguridad, autoestima, confianza. Soy como los otros. Imaginando una sala de espejos, el otro es como yo, devuelve mi misma imagen, soy reconocido. ¡Perfecto! Ser uno, solo, carecer de reconocimiento no estar incorporado, (tercer nivel de conciencia) es aterrador de allí que la necesidad de pertenecer al grupo es vital para subsistir.
Los grupos, cualquiera que sea su objetivo, se vuelven necesarios porque respaldan, evitan que pienses por ti mismo, te eliminan la opción de enfrentarte a tus propias inquietudes. El grupo las resuelve. La secta determina lo que debes pensar, cómo actuar, qué responder. Los criterios los provee el grupo. Tus conceptos religiosos o políticos son dados por ellos. Cualquier inquietud por mínima que parezca, encuentra respuesta en el “libreto” de la secta. Además el grupo da reconocimiento. Te dice que existes porque eres igual a otros. Que tus creencias son válidas porque son como la de todos los que te respaldan. Que basta con que te mires en el otro para que te encuentres a ti mismo. Total, no eres mas que un reflejo del otro. O el otro de ti. O ambas cosas, no importa. Existes porque muchos otros existen como tu.
Las sectas, los grupos de fanáticos, las religiones, los equipos de futbol, los partidos políticos, los conceptos sexuales, todo aquello que implique hegemonía da seguridad. !Atrapa! Porque aun cuando te encarcela, respalda para darte identidad de grupo pagando un precio alto por “esa” seguridad: dejas de ser tu para ser parte de. No puedes atreverte a cuestionar, no puedes plantear inquietudes. Atreverse es una ofensa. De allí que todo lo diferente que no encaje con el grupo es ¡violento!
Existe otra opción: volverte extraterrestre, sentirte excluído. Arrastrar tu propia mochila, tus propias inquietudes. Atreverte a pensar como tu, a revisar tu propias creencias. No tragar entero porque nadie tiene la verdad absoluta. En definitiva, la realidad no existe, se crea. Ser un poco extraterrestre da satisfacciones profundas. Enfrentas la vida desde lo que eres, desde lo que sientes y la mejor coraza es tu propia convicción. Hoy, el gran peligro por el que atraviesa el pensamiento son las sectas, el miedo a lo diferente, a lo desconocido. Ser liberal, audaz, atrevido, cuestionar, no tragar entero, es lo que hace que el mundo se mueva. Si te atreves, bienvenido al mundo de lo distinto que no se volverá secta porque el respeto por la diferencia es lo único que nos puede igualar.
Gloria H. @Revolturas